Y tras años de acompañar a familias me convertí en mamá. Ser guía de mis hijos es el mayor regalo que me ofrece la vida, pero a la vez es un reto. Un reto constante y que me lleva al límite, me muestra mis sombras, me traslada al pasado y reabre heridas a la vez que las sana.
Observar, escuchar, atender, sostener… mostrarles el mejor camino para que aprendan a aprender. Tiempo, dedicación y amor a raudales. Ofrecerles nuevos horizontes, equivocarnos juntos o por separado y aceptar que el error también está bien.
Confiar en ellos y darles el espacio para su total desarrollo, sin juicios. Nuestros hijos son seres únicos, capaces de todo lo que se propongan.
Revivir nuestra infancia, las emociones, los sentimientos, los miedos, las ilusiones. Reconocer y reconectar con nuestra niña interior y a partir de ahí romper con patrones establecidos que no nos gustan y apostar por una nueva manera de vivir la maternidad.
Una maternidad consciente y presente, aprendiendo cada día de nuestros propios errores, mejorando cada día para ofrecerles la mejor versión de nosotros mismas.